Son una casta selecta: no cualquiera es juez en un litigio empresarial. En la Cámara de Comercio de Santiago hay sólo 5 rostros femeninos. ¿Cómo llegaron hasta aquí?
Luz María Zañartu de la Cuadra
La ley orgánica las llama las "amigables componedoras", y no por casualidad.
Es que cuando hay "guerras empresariales" del tipo familias Picciotto versus Undurraga por la viña de este nombre, estas juezas, al igual que todos los árbitros, tienen la misión de conciliar y lograr un acuerdo amable y pacífico entre las partes.
¡Una árbitro mujer! puede sonar curioso, sobre todo porque históricamente se han elegido a hombres para cumplir este rol.
Sin embargo, ellas, aunque son muy escasas, lentamente han ido ganando terreno.
En el Centro de Arbitraje y Mediación (CAM) de la Cámara de Comercio de Santiago es donde se concentran algunas. De sus 146 árbitros, 5 son mujeres y a mucha honra, porque no cualquiera forma parte de esta selecta casta. "Llegar hasta aquí es de un prestigio y honor incalculables", dice una protagonista.
Pura vocación
¿Y quiénes son las privilegiadas? Olga Feliú, Laura Novoa, Luz María Jordán, Jimena Bronfman y Gabriela Paiva, todas abogadas de las universidades Católica y de Chile.
Ellas saben que no están en este puesto sólo por su cartón. La trayectoria, el éxito de sus carreras, sus estudios de posgrado, el dominio de idiomas y buena fama son, entre otros, el trampolín que las ha encumbrado. Por eso, no es raro que juntas tengan en promedio 60 años.
De hecho, "el consejo del CAM es muy exigente en los nombramientos. Tiene que ser aprobada unánimemente por sus 11 miembros", explica Karin Helmlinguer, directora ejecutiva de la entidad.
El año pasado no todas tuvieron causas. De las 150 vistas, 4 se le asignaron a una de ellas.
La primera en ingresar a estas lides fue la ex senadora Olga Feliú, miembro de la Contraloría por 26 años y experta en partición de bienes, quien todavía recuerda cuando hace 4 años la nominaron: "Me sentí honrada porque vieron mi idoneidad. Estar aquí es un plus", enfatiza.
Laura Novoa y Luz María Jordán fueron las segundas en incorporarse en 2003, y recién en noviembre del año pasado juraron Jimena Bronfman y Gabriela Paiva, quienes ya tienen causas asignadas, aunque falta la aprobación de las partes.
Multiplicar el tiempo
El desafío de todas es, junto con sacar adelante sus trabajos particulares, rendir para el CAM. Por eso, las árbitros son de preferencia independientes en lo laboral para que puedan manejar sus tiempos. "Yo acomodo mis horarios; cuando es necesario trabajo los sábados y domingos", comenta Luz María Jordán, socia del Estudio Philippi. Ella reconoce que además de empeño, perseverancia y discreción, para llegar a estas alturas hay que estar bien dotada.
Como ellas llevan el sartén por el mango en conflictos grandes, medianos o pequeños, les está estrictamente prohibido comentarlos. Las 5 reconocen que si bien hasta la fecha no han tratado "hacho justicia" en casos de portada de medios, si se han enfrentado a litigios complejos.
Laura Novoa, con 50 años de profesión y experiencia en el cobre y ex miembro de la comisión Rettig, se suelta un poco más y recuerda uno que le tocó ver entre la persona que desarrolló el Pueblito de los Dominicos y la congregación.
En cambio, la recién jurada Jimena Bronfman, experta en instrumentos financieros y tributación, que por primera vez entrará al mundo de los arbitrajes, dice estar tranquila. "Confío en mis conocimientos y en que me asignaran casos de mi especialidad", asegura esta socia del Estudio Guerrero, Olivos, Novoa y Errázuriz.
A la otra novata, Gabriela Paiva, graduada con nota 7, que hizo su posgrado en Japón y socia de Paiva & Cía., el camino en el CAM tampoco le produce vértigo. Ella ya ha tenido experiencia en estas materias: es además árbitro de la Organización Mundial de Propiedad Intelectual.
Publicado el 03 de Marzo del 2006, en Economía y Negocios.