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Chile sigue sin denominación de origen

October 19, 2009

Sólo el pisco, el vino asoleado y el pajarete tienen esta protección. Existen muchos productos que podrían pedirla. No lo hacen por el desconocimiento y la lentitud del proceso

Mientras Francia estableció que la champaña sólo podría producirse en esa localidad francesa -prohibiendo que otros países elaboraran vino espumante bajo ese nombre- Chile se durmió en los laureles. Mientras México hizo lo propio con el tequila y con otros productos como algunas variedades de ají, Chile siguió sin despertar. Recién cuando Perú comenzó, hace cuatro años, a intentar ser el único dueño de la denominación pisco, Chile pareció salir de su letargo y comenzó a ponerse al día en la materia.

"La denominación de origen identifica a un producto como originario de un país o región cuando las características de ese producto se puedan imputar a factores geográficos, como suelo, clima y agua, y además a factores humanos, como procesos de fabricación o control de calidad", explica Gabriela Paiva, abogada de Paiva & Cía.

De paso se han transformado en un fuerte elemento de competitividad. Por una parte se convierte en una herramienta de diferenciación en un mundo donde los productos cada vez son más parecidos y en el que cada vez es más difícil conseguir ser "distinto". Así una denominación de origen puede valer tanto como una marca bien posicionada.

"Los consumidores europeos están dispuestos a pagar más por un producto con denominación de origen, lo que se traduce en un mayor ingreso para los agricultores. Además, permite tener más competitividad en un mercado tan globalizado", explica Carolina del Río, gerente general de Clarke, Modet & C°.

Esto explica, entonces, por qué se transforma en un elemento clave para muchos países. Basta ver el papel que ya jugaron en las negociaciones para el Tratado de Libre Comercio con la UE y cómo siguen siendo un arma que el bloque esgrime para manejar aumentos de cuotas a productos claves para Chile como la carne y el aceite de oliva.

Fue el conflicto por el pisco, sumado a la firma de un acuerdo en 2005 con la Organización Mundial de Comercio (OMC) sobre aspectos de propiedad intelectual ligados al comercio, lo que empujó a Chile a tomar conciencia de la importancia del tema. Especialmente considerando que tiene numerosos productos que podrían ser amparados por ese tipo de denominaciones. Por eso, se introdujo a la Ley de Propiedad Intelectual, única legislación relacionada con el tema, un título especial relativo a indicaciones geográficas y denominaciones de origen.

Pero... hasta ahí se llegó, porque a pesar de la modificación de la ley, Chile a la fecha sólo tiene tres denominaciones de origen: el pisco, el vino asoleado y el pajarete. Sólo ellos cuentan con una protección que establece dónde y cómo deben ser producidos. Sin duda, el tema está en pañales y se vuelve más crítico aún si se compara con países como Francia donde se estima que hay más de 700 denominaciones de origen reconocidas internacionalmente.

"Hoy existen en proceso dos solicitudes para obtener la denominación de origen, se trata de los limones de pica y del queso artesanal de Panquehue", explica Arturo Covarrubias, abogado de Silva & Cía y especialista en marcas, quien añade que la baja demanda por obtener este beneficio pasa por "el desconocimiento de la autoridad y de los interesados, ya que son materias nuevas para el país".

Además, el proceso para obtener una denominación de origen no es sencillo (ver recuadro).

"Uno de los temas más complejos pasa por determinar y certificar que los productos sean realmente del lugar que dicen. Es muy difícil comprobar que limones provengan de Pica, por ejemplo", explica Pablo Subercaseaux, profesor de agronomía de la Universidad Católica y Máster en Economía Agraria.

 

En qué ayuda

Comercializar un producto proveniente de una zona especifica y elaborado con procesos únicos es más rentable.

"En general, los productos agrícolas son commodities. Los europeos se dieron cuenta de esto y, a través de las denominaciones de origen, demostraron que tenían vinos, quesos y otros alimentos con características especiales; en definitiva, les dieron un valor diferente", añade Covarrubias.

Chile podría seguir este mismo camino, ya que cuenta con una gran variedad de productos con potencial. Además de los limones de pica, que están tramitando su denominación, otro caso emblemático es el de las aceitunas de Azapa, las que al no contar con la denominación muchas veces son exportadas a granel y vendidas como producto de otros países. Y se pueden nombrar otros como el cordero magallánico, las papayas de La Serena, los quesos de Chanco, las langostas de Juan Fernández, las longanizas de Chillán. Incluso las paltas podrían subirse a este carro, por ello recientemente un grupo de investigadores de la Universidad Católica de Valparaíso lanzó un proyecto para estudiar las diferencias bioquímicas de las paltas asociadas a zonas geográficas específicas, con la intención de identificar la calidad de sus aceites y antioxidantes. De comprobarse que ameritan la indicación geográfica o de origen podría significar una forma de diferenciación de las paltas chilenas frente a su competencia mexicana y californiana.

"Contar con denominaciones de origen que certifiquen que un producto viene de una zona específica y que cuenta con una calidad superior, ayuda a vestir al negocio. Es una forma de resguardar la industria y de obtener un sobreprecio", explica Pablo Subercaseaux.

En todo caso, hay que tener ojo porque no se traduce en grito y plata de forma inmediata.

"Para que sea efectiva debe acompañarse con campañas de marketing que den a conocer las ventajas del producto para que el consumidor las valore. Por ejemplo, hay que explicar qué es el Valle de Pica o cuáles son las bondades del Valle de Leyda en el caso del vino", dice André Beaujanot, ingeniero agrónomo de la Universidad Católica.

Algunos resquemores

Si bien las denominaciones de origen entregan muchas ventajas competitivas, también tienen algunos puntos negros. El principal problema es que establece líneas de producción que el agricultor se ve obligado a seguir y queda poco margen para innovar. De hecho, en Europa si bien las denominaciones de origen implican un reconocimiento y valorización de ciertos productos, quienes los elaboran o cultivan deben enfrentar también importantes limitaciones.

"Hay casos de viñateros en Francia que quieren dejar de tener denominación de origen, ya que ni siquiera pueden cambiar la forma de riego o la cantidad de uvas por hectárea", añade Beaujanot.

También existen casos, como la miel donde contar con una denominación de origen podría no resultar tan ventajoso.

"No porque la miel sea elaborada en el sur tendrá más calidad. En este tipo de productos importa más la flor de la que provenga que el lugar donde se produzca", dice Subercaseaux. Aunque si se la vincula a una flor generada en un lugar muy específico, y que implica algunas condiciones particulares, sí podría ser beneficioso.  

El vino está fuera del saco

El vino no se puede meter dentro del saco de los demás productos, ya que opera a través de una normativa distinta, el Decreto 521.

"Es un proceso mucho más sencillo pensado para la exportación. Aquí el Servicio Agrícola Ganadero (SAG) decreta cuáles son las zonas geográficas donde se produce vino -Valle de Aconcagua, Maule, Colchagua, etc.- y los productores sólo deben demostrar que el 75% de las uvas con que elaboran el producto proviene de uno de los valles", explica Gabriela Paiva.

Cómo se obtiene una

Cualquier persona puede acercarse a la Institución Nacional de Propiedad Intelectual para solicitar la denominación de origen de algún producto. El precio es de sólo 1 UTM y para obtenerla es necesario cumplir con los siguientes requisitos:

1. Representar a una zona geográfica y a un grupo importante de productores.

2. Individualizar el producto.

3. Describir el producto y sus cualidades.

4. Contar con un estudio técnico elaborado por un experto que avale que las cualidades del producto se deben a su origen geográfico.

5. Reglamentar su uso y control. 

 

Publicado el 19 de Octubre del 2009, en Revista del Campo.